lunes, 23 de marzo de 2015

"SIGLOS DE RECUERDOS FLOTAN AÚN ENTRE LAS AGUAS"

Cuando se cumplen 25 años de nuestra "despedida" a PAJARES y el barrio bajo de SAN ANDRÉS, en el periódico LA RIOJA 18-03-15 se hace mención a tal efeméride en el artículo de Pilar Hidalgo.
 
Diario LA RIOJA (18-03-15)
 
LOS ÚLTIMOS DE PAJARES
Isabelo Las Heras, el alcalde pedáneo de la aldea antes de su desaparición bajo las aguas del pantano, rememora el derribo de la localidad, que comenzó hoy hace 25 años. (PILAR HIDALGO)
 

Siglos de recuerdos flotan aún entre las aguas

Pajares y el viejo San Andrés desaparecieron hace hoy 25 años por la construcción del embalse.
 
Al contrario que en Mansilla, las viviendas de ambos núcleos se derribaron para dar cabida a la infraestructura.
LUMBRERAS. "Aquello pasó porque tenía que ser así y así fue", acata con resignación Isabelo Las Heras. Aunque un cuarto de siglo después de que Pajares, su pueblo, desapareciera anegado por las aguas del embalse al que da nombre, aún asoman las lágrimas a los ojos del que fuera el último alcalde pedáneo que tuvo esta aldea de Lumbreras y uno de los tres habitantes que resistió hasta el final. "Han pasado 25 años y hay que asumirlo", continúa no sin dolor.
Ocurrió un 18 de marzo de 1990. La infraestructura hidráulica llamada a garantizar el abastecimiento de Logroño y del Bajo Iregua, los usos industriales y los regadíos a futuro borraba del mapa a Pajares y al barrio bajo de San Andrés, otra pedanía también adscrita a Lumbreras. Fue la crónica de una muerte largamente anunciada. Ya en 1925 se planteó la construcción de un embalse en la zona y, poco después, comenzaron las primeras prospecciones y catas geológicas. "De niño ya veía que hacían pruebas para el pantano", asegura.
El proyecto permaneció décadas archivado, pero el "runrún" lastró sus posibilidades de desarrollo y pesó en el ánimo de sus habitantes. Las calles de Pajares nunca se urbanizaron, el alumbrado público llegó pero en unas condiciones precarias, la falta de cobertura no permitía sintonizar la televisión... "La gente decía para qué se iba a invertir en mejoras", indica Isabelo. Y, sin embargo, en opinión de este serrano de 80 años no había otro lugar mejor en el mundo. "A todo el que venía le encantaba. Pajares estaba al lado del rio y tenía unas choperas preciosas", rememora con nostalgia.
En los 70 el proyecto recibió el impulso definitivo. Así, sentenciado a muerte y en vista de las duras condiciones de vida en la sierra, los jóvenes hicieron las maletas para labrarse un futuro más próspero en Logroño, Vitoria, San Sebastián o Barcelona, lejos de la esclavitud del pastoreo y de la agricultura de subsistencia que ofrecía el pueblo.
A mediados de los 80 ya no quedaban niños que correteasen por las calles de Pajares. La aldea llegó a contar con cerca de 70 vecinos durante el siglo pasado, pero sólo tres aguantaron para presenciar la agonía de sus últimos días: Isabelo, su esposa y otro hombre. Sin esperanzas de futuro, el barrio bajo de San Andrés asistió a la misma desbandada. Hace tres décadas sólo una veintena de familias se aferraba a sus raíces en ambos núcleos.

Primera piedra
Lo inevitable llegó en 1985, cuando el ministro Sáenz de Cosculluela colocó la primera piedra y, poco después, empezó el trajín de máquinas. La vida de estas gentes se quebró para siempre y les dejó el más amargo de los sinsabores. Todo porque consideran que las autoridades de la época no mostraron la sensibilidad suficiente para valorar lo que suponía desarraigar a esto vecinos del rincón que vio nacer, crecer y morir a generaciones de sus antepasados. Remarcan que hubo mala gestión y falta de respeto. "Me destrozaron la vida. Los políticos iban a engañarnos. Nos dijeron que el pueblo se inundaba y que a cambio nos ofrecían una casa en Lumbreras o en el barrio alto de San Andrés y que las antiguas nos las tasarían bien. Pero la nueva la tuvimos que pagar. a mí me ofrecieron un millón de pesetas por mí casa y la de Lumbreras me ha costado seis. Tenía que haber sido un intercambio de casa por casa".
Además, perdió la mayor parte de las piezas en las que alimentaba a su ganado. "Allí tenía prados, huertas y fincas con centeno y patatas. Me entregaron siete pesetas por metro cuadrado, unas 200.000 en total, y nada en Lumbreras. Aquí pude disponer de los terrenos de utilidad pública, pero no tenía un palmo de tierra mío. Me quitaron mi forma de vida, mi porvenir y con 55 años tuve que empezar de nuevo", recuerda con pesar.
Al importante menoscabo económico, se sumó que los últimos moradores en Pajares y el barrio bajo de San Andrés debieron lidiar con ver cómo las palas derribaban una a una las casas que durante siglos habían configurado su pequeño mundo y el de los suyos. Y es que, al contrario de lo que ocurrió en Mansilla, ambos núcleos fueron demolidos dejando una herida que no deja de sangrar. "Me tiraron la casa a la fuerza y me amenazaron que si no me iba, la Guardia Civil vendría a echarme".
Isabelo ha recordado muchas veces esos momentos finales de su pueblo con Herminia Campos, natural del barrio bajo de San Andrés y quién también se estableció en Lumbreras en la barriada que construyeron para los expropiados de ambas aldeas. Los dos viven hoy en la calle Pajares (la otra vía del barrio se llama San Andrés) de esta zona de viviendas adosadas. "Llegué a dormir dos noches en mi casa, que había perdido el tejado, porque no quería abandonar mi pueblo. Y eso que estaba nevando", evoca la mujer.
A Herminia se le hacía un nudo en la garganta cuando se aceraba la festividad de Santa Isabel, patrona de San Andrés. "Los primeros años no fuimos a la fiesta porque te acordabas mucho". Isabelo no olvida la pared de la escuela de Pajares contra la que de niño golpeaba la pelota una y otra vez. Tampoco la casa que heredó de sus abuelos y luego de sus padres y la misa y la procesión con Santa María Magdalena que sirvieron para despedir a su pueblo tal día como hoy pero de 1990. Por eso, como tantos descendientes de la aldea, no falta el 22 de julio a la ceremonia religiosa que se celebra en la ermita de San Martín de Lumbreras, donde trajeron la imagen de la patrona de Pajares. La obra del embalse se inauguró en 1995.
El tiempo ha apaciguado los sentimientos, pero no ha borrado todo el desconsuelo. "Son cosas que se perdonan, pero que no se olvidan", confía Isabelo. Durante muchos años se montó en el todoterreno de su buen amigo Julián Martínez para subir hasta la Venta de Piqueras y pasar junto al embalse, buscando entre los 35 millones de metros cúbicos de agua un mar de recuerdos. "Mi pueblo está en la confluencia de estas dos lenguas", indica el hombre al fotógrafo que le saca la fotografía para este reportaje. Isabelo y Herminia aseguran que se han sentido bien acogidos en Lumbreras y que están a gusto en esta localidad. "Pero yo seguiré siendo toda la vida de Pajares", proclama él.
 
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Publicado en LA RIOJA (18-03-2015)
PILAR HIDALGO
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